
Larisa apenas podía sostenerse en pie. Su cuerpo, debilitado por el cansancio y el dolor, sentía cada paso como si atravesara un desierto infinito. La bruma de aquella tarde en las afueras del pueblo envolvía la escena como un presagio oscuro. Frente a ella, la cabaña vieja parecía un lugar olvidado, con paredes inclinadas y madera carcomida, como si guardara secretos que nadie quería recordar.
A su lado estaba Gleb, su esposo. Sus palabras parecían cariñosas, pero su mirada lo delataba.
—Vamos, amor, ya casi llegamos —murmuró con una calma que helaba la sangre.
Larisa dudaba. Algo en su interior gritaba que aquello no estaba bien. La ilusión de un matrimonio que alguna vez creyó perfecto se había convertido en un laberinto de dolor, traición y ambición.
Cuando se dejó caer en el banco de madera del porche, apenas pudo susurrar:
—Gleb… aquí no vive nadie…
Él sonrió con una frialdad que la estremeció.
—Exacto. Nadie vive aquí desde hace años. Y si tienes suerte, morirás de manera “natural”. Si no, los animales harán el resto.
El corazón de Larisa se desplomó. Comprendió de golpe la magnitud de la traición: aquel hombre, a quien había entregado todo, solo la veía como un obstáculo para quedarse con su dinero.
—¿Tanto te repugna mi dinero? —alcanzó a decir con la voz reseca.
—¡Es MÍ dinero! —rugió él, caminando en círculos como un animal acorralado. —Si hubieras puesto todo a mi nombre, hoy estaríamos en otro lugar. Pero fuiste terca.
Las lágrimas se desbordaban, pero no por debilidad, sino por la mezcla de dolor y rabia. Justo en ese instante, un crujido en la puerta rompió el silencio.
Una niña, de no más de ocho años, apareció de la nada. Llevaba una chaqueta demasiado grande y ojos brillantes, llenos de ternura. Se sentó junto a Larisa y le dijo:
—¡No tengas miedo!
Larisa apenas podía hablar. —¿De dónde vienes?
La pequeña sonrió con picardía: —Mi papá me trae aquí… él cura a todos en el pueblo. Aunque no pudo salvar a mamá.

Larisa sintió un escalofrío. —¿Tu papá es doctor?
—No —respondió la niña con naturalidad—. ¡Mi papá es un hechicero!
La incredulidad se apoderó de Larisa. ¿Un hechicero? ¿Era posible? Antes de poder preguntar más, la niña desapareció entre los árboles, dejándola con un nuevo hilo de esperanza.
El crujido de las ramas anunció que Gleb estaba de vuelta. Sus ojos, fríos y crueles, brillaban en la penumbra.
—¿Y esa niña? —preguntó con desconfianza.
Larisa lo miró fijamente, y por primera vez, no sintió miedo. Algo había cambiado dentro de ella. La promesa de la niña resonaba en su mente.
—No sé qué buscas, Gleb —respondió con voz firme—. Pero no tengo nada más que darte.
Él soltó una carcajada sarcástica. —¿Lucharás contra mí? No tienes nada: ni familia, ni fuerza, ni amigos. Estás sola.
Pero incluso Gleb notó la diferencia. Larisa ya no era la mujer sometida que había controlado durante años. Había un brillo nuevo en sus ojos.
De pronto, el rugido de un motor se escuchó a lo lejos. Entre los árboles, emergió una figura imponente: un hombre alto, con chaqueta gastada y una mirada firme. Su sola presencia imponía respeto.
—¿Larisa? —preguntó con voz grave, pero cálida—. Soy el hechicero del que habló la niña. He venido a ayudarte.
Gleb retrocedió, sorprendido.
—¿Hechicero? ¡Ridículo!
El extraño lo fulminó con la mirada. Levantó la mano y un resplandor suave envolvió el aire. Gleb se detuvo de golpe, incapaz de moverse, como si una fuerza invisible lo hubiera sujetado.
—No podrás hacerle más daño —dijo el hombre—. Tu destino ya está marcado.
Larisa sintió que la esperanza volvía a nacer en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, vio miedo en los ojos de Gleb.
El hechicero se acercó a Larisa y le tendió la mano.

—Ven. Aún tienes camino por recorrer. Tu vida no termina aquí.
Ella lo miró, indecisa, pero sabía que era la única oportunidad de recuperar su libertad. Dio un paso hacia él, dejando atrás a Gleb, atrapado en la oscuridad de su propia ambición.
Mientras avanzaba hacia el bosque, comprendió algo: su historia apenas comenzaba. Y esta vez, no sería la víctima.
La historia de Larisa no es solo un relato de traición, sino también de fuerza, esperanza y renacimiento. En medio de la oscuridad más cruel, la vida puede sorprendernos con una chispa inesperada: ya sea una niña misteriosa, un aliado desconocido o simplemente la valentía de decir “ya no más”.